Al borde de un ataque de nervios

Pero sólo al borde, más que nada porque no podemos permitirnos el lujo de tener un ataque de nervios en toda su amplitud. Eres consciente de que sólo son las 11:41 de la mañana y tu marido está trabajando, si lo tuvieras, ¿¿quién cuidaría de tus monstruitos mientras tú te dedicas «tranquilamente» a convulsionar e hiperventilar???

La respuesta es nadie, así que ya tendrás el ataque de nervios en otro momento, cuando llegue tu marido a las cinco y media y no los dejes desamparados.

A veces me pregunto si estaba realmente preparada para ser madre o, por lo menos, madre-de-dos-monstruitos-tan-seguidos, porque, quieras que no, no es fácil postergar ese ataque de nervios que tu cuerpo te está pidiendo tan encarecidamente, pero luego, cuando tus hijos te preguntan: mamá, ¿estás llorando?, entre lágrimas le explicas a tus hijos que sí, que necesitas que dejen un ratito de gritar y de dar golpes (es lo que hacen los dinosaurios como ellos) y que, aunque sea sólo por un ratito, te hagan un poco de caso, que ya no puedes más. Tus hijos te escuchan atentamente y te contestan: sí, mamá, sí puedes más. Y lo peor es que llevan razón. Somos madres y siempre podemos más. No sé de dónde sacamos las fuerzas pero siempre podemos más. Porque es por ellos. Así que respiras hondo y sigues adelante.

Y vosotras, ¿¿qué hacéis cuando ya no podéis más??